Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? Marcos 8:36
Estas palabras de nuestro Señor Jesucristo deberían retumbar en nuestros oídos como un cañonazo. Atañe a nuestros mejores y más altos intereses. Concierne a NUESTRAS ALMAS.
Estas palabras de las Escrituras contienen una importante pregunta. Nos expone a una extraordinaria suma de ganancias y pérdidas para calcular. ¿Dónde está el contable quien pueda arreglar estas cuentas? ¿Dónde está el hábil experto en aritmética y quien no estaría desconcertado por tal cantidad? ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma?»
El primer paso hacia el cielo es descubrir el verdadero valor de nuestras almas. Vivimos en una sociedad donde existe un falso fulgor deslumbrante sobre las cosas actuales y una gran oscuridad sobre las cosas de la eternidad. La vida que vivimos ahora en la carne no es la única vida. Hay una vida venidera.
Tenemos alma. No ha pasado todo después de dar el último suspiro y después que se haya cancelado la última visita del médico; después de cerrar el ataúd y después de que los funerales hayan terminado; cuando se hayan pronunciado las palabras: «Y el polvo vuelve a la tierra, como era. y el espíritu vuelve a Dios que lo dio.»
El espíritu del hombre aún seguirá viviendo. Cada uno de nosotros tiene un alma inmortal. Vendrá un tiempo donde el sol dejará de brillar y la luna no dará más su resplandor. Sin embargo, el alma del obrero más humilde es de un material mucho más perdurable. Sobrevivirá el estallido de un universo que terminará y vivirá durante toda la eternidad. Lo digo una vez más: Dese cuenta de la responsabilidad y dignidad de tener un alma inmortal. Lea su Biblia. y conozca su contenido. Busque al Señor en oración y derrame su corazón frente a Él. Vaya regularmente a un lugar de culto y escuche la predicación del Evangelio. Mantenga santo el día de descanso y dele a Dios Su día. Y si alguno le pregunta la razón, si la esposa, o el hijo o el compañero le pregunta: «¿Qué estás tramando?», respondas con valentía, como un hombre, y diga: «Hago estas cosas porque tengo un alma.»
La segunda observación que quiero hacer es la siguiente: CADA UNO PUEDE PERDER SU PROPIA ALMA. Mi amigo, usted no puede salvar su alma. iRecuérdelo! Usted no puede hacer su propia paz con Dios. Usted no puede borrar ni un solo pecado. Usted no puede tachar uno de los registros negros que están en el libro de Dios en contra de usted. Usted no puede cambiar su propio corazón. Sin embargo, hay algo que sí puede hacer: perderla, perder su propia alma.
Pero, ¿dónde va el alma perdida?. Hay solamente una solemne respuesta. Solamente existe un lugar a donde puede ir, y ese lugar es el infierno. No existe tal cosa como la aniquilación. El alma perdida va al lugar donde no muere el gusano y el fuego no se extingue; donde hay tinieblas y obscuridad, miseria y desesperación eternas.
Visto que no es adecuado para el cielo, va al infierno, el único lugar para el que es adecuado. «Los impíos serán trasladados al Seol, todas las naciones que se olvidan de Dios». ¡El fin de aquellas cosas es la muerte! No me diga lo que piensa el hombre cuando está lleno de salud, dígame lo que piensa cuando el mundo se está hundiendo debajo de él y la muerte, el juicio y la eternidad están ya a la vista. ¿hay alguien que pueda tener una idea más clara de verdadero valor del alma?. Entonces vaya y juzgue por la opinión de los muertos.
Lea el evangelio de San Lucas en el capítulo dieciséis sobre el mundo venidero. Nos da una idea breve sobre lo que piensan los muertos sobre el valor del alma.
La última observación que quiero hacer e la siguiente: El ALMA DE CADA PERSONA PUEDE SALVARSE. Yo no podría cargar con la horrible responsabilidad de decirle a cada persona que todos tienen alma, y que cada uno puede perder su alma y que la pérdida del alma es imposible de recuperar, si no pudiera proclamar a su vez, que el alma de cada cada persona puede ser salva.
Declaro confiadamente que cualquiera puede salvar su alma por la muerte de Jesús. Jesucristo el Hijo de Dios, murió en la cruz para expiar los pecados del hombre. «Porque Cristo padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios» (1ª Pedro 3:18)
Cristo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre la cruz, y permitió que la maldición que todos merecíamos cayera sobre su cabeza. Cristo por su muerte, hizo la completa satisfacción a la Santa Ley de Dios que todos hemos roto.
Por JC Ryle.
Comentarios recientes